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     Un cuento para mi princesa

Historia

Dulce Anaïs Keane, es el nombre de la protagonista de mi pequeño cuento, una niña intranquila y muy curiosa pero, buena y obediente en sumo grado; lo que hacía que se ganase el cariño de todos los que tenían la oportunidad de conocerla con gran facilidad y es que lo llenaba todo de luz con su sonora risa siempre a punto de estallar. No ha habido jamás una persona en el mundo que tuviese tanta facilidad para la risa como ella, tan alegre ni risueña. Era, ante todo, una niña feliz, muy feliz que le bastaba con bien poco para estar contenta.
Pero, no solamente era un cielo de niña, graciosa y juguetona, que conseguía como nadie con su arte que todos se divirtiesen mucho con ella si no que además era mucho más que guapa, era hermosa de veras y de eso nadie dudaba.
Sus hermosos rizos negros caían como agua de cascada sobre su fina y blanquísima piel de marfil y en su sonrosada cara resaltaban unos enormes ojos verdes como el mar.
Ni que decir tiene que sus padres la querían muchísimo, pero desafortunadamente no podían darle, debido a sus precarias condiciones, todo lo que ellos quisiesen. Eran una familia campesina que aunque tenían lo necesario para poder vivir no podían permitirse caprichos excepto en algunas especiales ocasiones. El problema venía con las épocas de sequía y los temporales, ya que los últimos venían sin avisar y claro, entonces debían apretarse el cinturón.
Keane tenía cinco hermanas que la adoraban y cuyos nombres eran, en orden de mayor a menor edad, los siguientes: Nourie Hadig, que quería significar trocito de granada, Bella, Josephine Beth (llamada cariñosamente por todos Jo), Améria y Ro del Carmen. Estaban todas muy unidas y lo hacían siempre todo juntas pero, sobre todo, Dulce se llevaba especialmente bien con su hermana mayor y con Jo.
La niña creció y se convirtió en una mujer maravillosa a la que todos admiraban y querían muchísimo; alta, esbelta y más hermosa aún de lo que era antes si es que eso era posible. Su decimoctavo cumpleaños fue una fiesta celebrada en todo el pueblo y nadie faltó al evento ni dejó de hacerle algún regalo a Keane dentro de sus posibilidades.
Sus padres le hicieron varios regalos, entre ellos, algo de ropa y calzado, una cadena de plata con un corazón de colgante, en el que estaba inscrito el lema de la familia (vive, ama, sonríe) y que había pertenecido a la abuela Petra, un ramo de nomeolvides y un poco de dinero.
Por su parte, sus hermanas también quisieron darle una sorpresa a la Dulce Anaïs en un día tan sumamente especial para ella. Empezaré por Améria que al ser la que mejor cocinaba de todas le preparó un flan enorme que era el postre favorito de la protagonista y es que quería que la comida del cumpleaños de está fuera perfecta con lo que cuál mejor forma de terminarla que aquella; Bella le confeccionó un par de cosas bastante útiles que eran, por una parte, un diario para que pudiese guardar en él sus muchas aventuras y así tener un recuerdo de éstas imperecedero y por otra, un monedero con lo que tuvo así donde guardar todo el dinero que le habían dado por su celebrada mayoría de edad; la más pequeña de la casa sin contar a Keane le hizo una pequeña muñeca de tela con diversos retales que encontró en el costurero de la madre con la intención de que al verla se acordase de ella pues había escrito su nombre y el de sus otras hermanas en una de las mangas del vestido; Kylie "trocito de granada" después de haber estado ahorrando durante bastante tiempo la paga dominical le compró una pequeña figura de una brujita, que de seguro le daría muy buena suerte durante su viaje y un cofre de madera y cierre de hierro lleno de velas de diversas formas, tamaños y colores; y por último, Jo Beth, como a ambas les encantaba leer y especialmente Anaïs era capaz de pasarse días y días leyendo sin parar, le regaló un libro y éste era realmente especial pues se trataba de "El señor de los anillos".
Cumplida la mayoría de edad y según la tradición de su pueblo debía embarcarse Keane en un largo viaje que la llevaría lejos de su hogar y de sus seres queridos con el fin de conocer hasta el último rincón de su tierra natal, el país de Chiolbain.
Se trataba de una especie de rito de maduración basada en la teoría de que la mejor forma de aprender no es si no a base de equivocarse y rectificar de esos errores y por ello el individuo debía de sacar de su propia experiencia los conocimientos en lugar de la de otra persona. Ella estaba emocionadísima con ésta idea pues le encantaba viajar aunque, hasta el momento lo había hecho sólo con la ayuda de su imaginación y la posibilidad de conocer nuevos lugares y personas pero, sin embargo se sentía también algo desanimada pues sabía que echaría muchísimo de menos a sus hermanas de las que apenas se había separado hasta entonces.
En su maleta de viaje no llevaba apenas un par de mudas tanto de ropa como de calzado, algunas tortas de maíz para los primeros días de viaje, unas cuantas monedas de oro y joyas familiares con las que costearse el viaje poco a poco y algunas cosas más pero, no mucho. Aunque, todo junto no le iba a dar para demasiado tiempo y pronto tendría que buscar trabajo en alguno de los pueblos por los que pasase, le servía al menos para empezar y eso de momento ya le era más que suficiente puesto que así como mínimo las primeras jornadas del viaje no se tendría que preocupar por la comida. Aparte de estos objetos de primera necesidad se encontraban en lugar privilegiado los regalos que había recibido de su familia pues estos le permitirían tenerlos muy presentes aunque estuviesen tan lejos de ella.
Antes he hablado de la comida para el viaje y sin embargo no he hecho lo mismo con el alojamiento ya que de éste no debía preocuparse en absoluto pues hay que tener en cuenta que en el país Maol a Chiolbain eran todos sus habitantes personas muy hospitalarias. Y la razón de tanta hospitalidad entre sus gentes se debía a que era ese el principio básico bajo el cuál se regían todos, ya fueran más o menos pobres o ricos todos tenían la obligación moral de ayudar al prójimo y más especialmente en el caso de los viajeros por lo que les permitían que hicieran un parón en su casa del tiempo que hiciera falta, durante el cuál les ofrecían a sus invitados no solamente alojamiento si no también alimento, a parte de lo que en cada caso concreto pudiesen necesitar. Además, entre pueblo y pueblo se construían cabañas, las cuáles se encontraban dispersas por el camino y estaban preparadas concretamente para los jóvenes que realizaban su primer viaje de maduración por llamarlo de algún modo.
Dispuesto todo para el viaje se fue keane con la bendición de todos y en especial, de sus padres y hermanas y muy contenta por las mil y una aventuras que la esperaban en el horizonte pues no había ya cabida para la tristeza. Lo que no le faltaba a keane en su maleta eran, desde luego, ilusiones, ganas y mucha imaginación.
La despedida fue menos triste por suerte de lo que ella se había esperado en un primer momento, todos le deseaban lo mejor y se quedaron para verla partir y allí se quedaron a la entrada del pueblo observándola y despidiéndola con la mano hasta que desapareció ésta tras las primeras curvas del camino.
Habiendo andado durante toda la mañana keane se sintió con hambre y un poco cansada con lo que se sentó a la apacible sombra de un sauce llorón, sacó de la maleta una de las tortas de maíz, la partió y comenzó a comérsela mientras se deleitaba escuchando el canto bello de los pajaritos; acabada ésta se echó una pequeña siesta de una hora más o menos porque aunque, no acostumbraba nunca a dormir después de comer de repente le había entrado muchísimo sueño y al despertar siguió con su viaje.
Antes de llegar la noche buscó un lugar donde refugiarse del frío y las fieras del bosque y al poco rato de estar buscando halló a uno de los lados del camino una pequeña cabaña deshabitada que, enseguida, comprobó estaba ahí justamente para los muchos viajeros que pasasen por allí y necesitasen de reposo. Dentro de la cabaña, había una litera, una mesa bastante grande con dos sillas, una despensa y un armario con mantas. Después de haberlo inspeccionado todo muy detenidamente, pues como ya había comentado algo más arriba se trataba de una niña muy curiosa, preparó primeramente la cama con las mantas, encendió la chimenea y luego hechas estas dos cosas, se dispuso a hacerse su cena; en la despensa no encontró mucho pero, tampoco tenía demasiada hambre y además por el camino había cogido algunas manzanas pensando en ello. Se hizo una sopa de arroz con lo que encontró en la despensa y de postre, se comió una de las manzanas que había recogido por el camino. Y así con eso quedó totalmente satisfecha ya que, en su casa había aprendido a contentarse con poco, que era lo que había.
A la mañana siguiente, cogió sus cosas y se puso en marcha muy temprano pues tenía muchas ganas de proseguir y vivir aventuras fantásticas que luego, al volver les contaría a sus hermanas y amigos. Cuando se acercaba la hora de comer escuchó a lo lejos de donde se encontraba una voz que se lamentaba y cuanto más se acercaba con más fuerza la oía, pero no acababa de entender muy bien lo que decía por lo que decidió ir corriendo lo que le quedaba de camino hasta llegar a ella. Llegó donde era y se encontró con un gran naranjo que se quejaba de que tenía ya demasiados frutos y no aguantaba tanto peso por lo que sus ramas estaban cediendo e incluso se encontraban ya algunas de ellas rozando el suelo.
Keane se compadeció de aquel árbol y se dedicó un buen rato a coger naranjas hasta que vio que le había aliviado suficientemente de su peso pero, no se quedó ninguna para sí si no que las dejó todas en la hierba al lado del árbol.
- Pequeña, muchas gracias por tu ayuda. Si no hubiera sido por ti, mis ramas hubieran acabado cediendo. En compensación quiero que cojas todas las naranjas que seas capaz de llevar contigo pues son dulces y nutritivas y te serán un buen alimento para tu largo viaje.
- Así lo haré pero, yo soy la que ha de dar las gracias ya que, me queda un largo camino por delante y apenas, llevo comida para tantos días sin contar que me encanta el jugo de las naranjas.
Después de coger todas las naranjas que era capaz de cargar se despidió del naranjo, el cuál le dio su bendición y siguió su camino más contenta aún que antes pues ya no tendría que preocuparse por lo que comería al mediodía.
Así siguió su viaje durante varios días sin ninguna novedad, pasados estos llegó a un pueblo llamado Petra, del cuál había escuchado muchas cosas a sus padres como que estaba totalmente perforado en la roca dentro de un gran acantilado y que sus gentes destacaban ante todo por ser hombre sabios y muy buenos contadores de cuentos; con lo que tenía muchísimas ganas de comprobar esto y las demás cosas que le habían contado acerca de aquel lugar tan misterioso. A la entrada de éste se encontró un gran horno de leña que estaba encendido y lleno hasta arriba de panecillos de leche. De éste salía una enorme hilera de humo pues llevaban ya los panecillos demasiado tiempo dentro del horno sin que nadie se hubiera ocupado de sacarlos y algunos estaban por ello más negros que el carbón. Se acercó rápidamente y comenzó a sacar con cuidado y la ayuda de una pala los panecillos. Al haberlos sacado todos, el horno le dijo a Keane:
- Niña, por tu gran amabilidad quiero darte las gracias y en muestra de mi agradecimiento para contigo deseo que te lleves todos los panecillos que no se hayan quemado ya que, estoy seguro de que te serán muy útiles en tu largo caminar.
- Soy yo la que debería dar las gracias pues estos panecillos me vendrán realmente muy bien para mi viaje.
- Por tu buena acción y tu humildad, te doy mi bendición y un consejo; si piensas quedarte algún tiempo en este pueblo te aconsejo de corazón que vayas a la casa de Elhena pues ella es sin duda la mejor paellera de todo el reino y con ella vive un hombre, que es el mejor cuentacuentos que ha existido jamás.
Keane le dio las gracias por todo ello al gran horno y se dispuso a buscar la casa que éste le había indicado por lo que atravesó el gigantesco arco gótico que constituía la entrada de la ciudad; tras ésta una sola calle llevaba a una fuente tras la cuál se abrían dos nuevos caminos y ambos lados del principal se levantaban numerosos edificios perforados en la roca. No le costó encontrarla pues era la tercera casa a la izquierda y sobre la puerta flanqueada a ambos lados por columnatas que terminaban en poderosas esculturas, a la derecha sobresalía la estatua de un ángel que con una mano alzada parecía pedir al cielo y a la izquierda, un demonio que indicaba el suelo con la mirada perdida, colgaba un cartel donde se señalaba muy claramente que allí vivían Elhena y el cuentacuentos de Praga. Llamó, por tanto, repetidas veces a la puerta con el llamador y al instante la puerta se abrió sola pues no encontró a nadie que saliese a recibirla; sólo escuchó una voz proveniente de la misma puerta que la invitaba amistosamente a pasar y así hizo. Delante de ella se encontró un largo pasillo que recorrió hasta llegar a una pequeña salita que parecía ser la recepción y que conducía a varios cuartos y a la planta de arriba a través de una gran escalera de mármol pero, no avanzó más si no que se quedó allí inmóvil contemplando todo en rededor. Al poco rato la espera de Anaïs terminó ya que, apareció de una de las estancias una joven mujer de rubios y rizados cabellos, cristalinos ojos azules y finos labios de rojo pasión sobre piel de melocotón. Aquella intrigante mujer se acercó a Dulce Anaïs y la observó detenidamente antes de decir:
- Tenemos una nueva invitada y ésta llenará de luz cada rincón y cada recoveco de nuestro corazón, lo veo en su mirada que es un mar inundado de risas y alegrías.
"¿Con quién hablaba?" se preguntaba "pues no había allí nadie más que ellas dos"; pensó entonces que a quién se dirigía sería seguramente el famoso cuentacuentos de Praga.
- Mi nombre, como ya sabrás, es Elhena y he de decirte que éstas ante la mejor paellera de todo el reino.
- Sí, lo sé pues me han hablado de ti y de tus exquisitos platos. Yo me llamo Dulce Anaïs Keane.
- Querida Dulce Anaïs, esta casa mía que ves es ahora también la tuya; espero que accedas a quedarte con nosotros todo el tiempo que te apetezca. Lo que te han dicho a cerca de mis artes culinarias lo podrás comprobar tú misma esta noche y entonces podrás conocer además al cuentacuentos de Praga. Pero, ahora te enseñaré tu cuarto y podrás así deshacer tu maleta y ponerte cómoda.
Keane siguió a Elhena a lo largo de las escaleras y por el largo pasillo que llevaba a las habitaciones de los invitados hasta que ésta se paró.
- Éste cuarto está echo especialmente para ti, entra y lo verás con tus propios ojos.
Hasta entonces no había tenido un cuarto para ella sola pues compartía desde siempre uno con su hermana Améria y aunque, esto no la disgustaba en absoluto le encantaba la idea de que aquel fuera a ser únicamente suyo y sólo suyo.
Entró y le pareció estar en medio del mar y es que las paredes eran de un color azul verdoso precioso y había pintados por todos lados un montón de peces diferentes y demás animales marinos. La encantadora paellera de Petra se había quedado, sin embargo, fuera del cuarto pero, cuando Dulce fue a darle las gracias por lo mucho que éste le había gustado, no la encontró y en su lugar estaba su maleta con lo que comenzó a deshacerla y a meter la ropa en el armario. Aparte del armario y la cama, había una gran estantería con libros y algunos adornos y muñecas, una cómoda con sábanas y un par de mesitas de noche, una a cada lado de la cama. Contaba el cuarto con otra gran ventaja y es que además de ser muy espacioso incluía un cuarto de baño, lo cuál encantó más aún a Keane, quien después de vaciar por completo su equipaje se dio una buena ducha y se puso para la cena un hermoso y fino vestido de color verde y negros zapatos de tacón.
Enseguida una criada la avisó de que la comida ya estaba lista y de que la mesa ya estaba puesta por lo que podía bajar en cuanto quisiera y al escuchar esto, no se hizo a penas de esperar.
Terminada la cena, la cuál había estado deliciosa el cuentacuentos de Praga invitó a Dulce Anaïs a sentarse junto a él y a Elhena en unos grandes sillones delante de la chimenea; le preguntó entonces si deseaba escuchar un cuento antes de ir a dormir y Dulce aceptó encantada.
El cuento que contó fue el siguiente:

"La mujer del cangrejo.
Un viejo kuruk y su esposa no tenían hijos. El anciano sembró arroz en su campo y cuando al cabo de unos días brotó el arroz llevó a su esposa a que lo viera. Aun lado del arrozal había una calabaza y se la llevaron a casa para comérsela. Pero cuando el anciano iba a partirla, la calabaza le dijo:
- ¡Córtame despacio, despacito abuelo!
El anciano se asustó tanto que la dejó caer. Corrió junto a su esposa y le dijo:
- Es una calabaza parlante.
- Tonterías- dijo la anciana; y, tomando el cuchillo ella misma, se dispuso a cortarla. Pero la calabaza dijo:
- ¡Córtame despacito, despacito, abuela!
Así que la anciana la cortó despacio y con cuidado; y salió del interior un cangrejo. Lo colocaron en una olla nueva. La mujer se ató un cesto al vientre y lo cubrió con tela. Y luego se fue al bazar y les dijo a los vecinos:
- Mirad, en mi vejez Mahapurub me ha dado un hijo.
Al cabo de un tiempo, se quitó el cesto, sacó el cangrejo de la olla y le dijo a todo el mundo:
- Mirad, he dado a luz este cangrejo.
Cuando el cangrejo fue mayor, le buscaron esposa. Le consiguieron una buena chica, pero cuando llegó a la casa se indignó al verse casada con semejante criatura. Todas las noches le esperaba, pero ¿ qué podía hacer con un cangrejo? Así que la muchacha se dijo: “ Tengo que buscarme otro hombre”. Cuando el cangrejo le hablaba, la chica siempre le daba un puntapié.
Un día, la chica quería ir a visitar a un hombre en otra aldea. Esperó que sus suegros y el cangrejo se fueran a dormir y entonces salió a escondidas de la casa. Pero el cangrejo la vio salir y salió por otro lado y fue delante de ella todo el camino. A la vera del camino había una higuera de bengala; y el cangrejo le dijo:
- ¿ Eres mi árbol, o de quién eres?
Y el árbol le contestó:
- Tuyo.
Y el cangrejo le dijo:
- Pues entonces baja.
El árbol lo hizo. Y resulta que dentro de aquel árbol vivía la figura de un joven. E l cangrejo se la puso y dejó en su lugar en el interior del árbol su figura de cangrejo. Se retiró un poco en el camino y luego le dijo al árbol que se levantara otra vez.
Al poco rato, llegó la chica. Se alegró mucho al ver al hermoso joven bajo el árbol y le dijo:
- ¿ Adónde vas?
- A ningún sitio- dijo él -. Me voy a casa.
- Ven a acostarte conmigo- dijo ella.
- No- le respondió -, tengo miedo. Tu marido me mataría. Pero, iré otro día.
La chica se marchó disgustada. Se encontró a una chica chamar y a dos bellas chicas mahara. También ellas estaban buscando hombres. Les contó su historia y la llevaron con ellas a un baile, prometiéndole a un bello galán. Cuando llegaron el hombre-cangrejo ya estaba allí. Todas le desearon por amante al verle. Él se acercó a la chica kuruk y ella se lo llevó a parte. Pero él no hizo nada. Ella le dio sus adornos y él se fue.
Cuando llegó al árbol, le ordenó bajarse y recuperó su figura de cangrejo, devolviendo la de joven al árbol.
- Levántate – le dijo al árbol, y regresó a casa. Al poco rato llegó también la chica. El cangrejo le preguntó dónde había estado, pero ella estaba de mal humor y le tiró de la cama de una patada. Entonces el cangrejo le devolvió sus adornos. La chica se asustó y le dijo que no eran suyos.
Al día siguiente, volvió a dar la cena a todos y a acostarlos. Y esta vez se escondió a la orilla del camino y vigiló lo que hacía el cangrejo. El cangrejo llegó al árbol y le dijo:
- ¿Eres tú mi árbol o de quién eres?
- Tuyo- le contestó el árbol.
- Si eres mío, bájate – dijo el cangrejo. Y el árbol obedeció y el cangrejo tomó la figura del hermoso joven y mandó al árbol alzarse.
La chica lo vio todo. Y cuando siguió su camino, ella se acercó al árbol y le dijo:
- - ¿Eres tú mi árbol o de quién eres?
- Tuyo- le dijo el árbol.
- Pues entonces baja.
Y así lo hizo el árbol y entonces la chica sacó la figura de cangrejo, la mató y la arrojó a una hoguera. Y luego se escondió a esperar detrás del árbol.
El joven fue a la fiesta, pero no encontró a su chica, así que volvió al árbol. LA chica salió entonces de detrás de su escondite, lo agarró y lo llevó a casa. Y a partir de ahí vivieron juntos muy felices".

Y así cada noche después de la cena el cuentacuentos de Praga les contaba a Elhena y a Dulce una de sus fantásticas historias. De esta manera pasaba alegre las noches en compañía de sus anfitriones soñando con poder protagonizar alguna vez uno de aquellos cuentos que hablaban de seres maravillosos y por el día se dedicaba a visitar de arriba abajo el pueblo, sus bellos edificios y los alrededores, a hablar con sus habitantes y aprender de ellos todo lo que pudieran enseñarle.
Estaba muy contenta allí y no quería abandonar ni a los que se habían convertido con el roce y el cariño es sus dos nuevos amigos ni a esa bellísima ciudad pero, debía ya de retomar su viaje, pues le quedaba aún mucho por recorrer así que, se despidió de todos y en especial de Elhena y el cuentacuentos de Praga y partió de nuevo en busca de nuevas aventuras con el recuerdo en la mente de las cariñosas últimas palabras que su amiga le había dirigido a modo de despedida "No nos olvidaremos de tu risa jamás, pues resonará eterno su eco entre estas estrechas paredes de nuestro corazón".
Así pasaron varios meses desde que se fue de Petra, la ciudad de piedra sin que hubiese pasado ninguna cosa especial que contar de su viaje por lo que, keane estaba impaciente ya por vivir nuevas aventuras; lo que no sabía ella era que su espera estaba a punto de acabar. En ese tiempo Dulce Anaïs Keane pasó por numerosos pueblos d montaña y hubo de buscar empleo en alguno de ellos pues necesitaba el dinero para poder seguir costeándose el viaje.
Un día se le había hecho tarde sin haber encontrado donde dormir y buscando refugio en la noche llegó a un castillo y pensó que era ese el lugar perfecto; llamó a la puerta repetidas veces pero, nadie abrió por lo que pensó en irse de allí y seguir buscando sin embargo, era ya demasiado de noche y aquella no era realmente buena idea. Entró entonces en el castillo ya que, se dio cuenta de que la puerta se encontraba abierta y ya dentro empezó a preguntar a voces si había alguien allí pero, no recibió a cambio ninguna respuesta así que, pensó en dormir e irse por la mañana muy temprano para no molestar.
Cogió una antorcha de la pared y subió a la planta de arriba donde pensó que estarían los dormitorios. Entró en varias estancias que resultaron ser la biblioteca, un despacho, un cuarto de juegos y en otros cuantos que estaban llenos cada uno de grandes cantidades de tesoros; uno de ellos estaba lleno de oro, otro de plata y un tercero de diamantes y otras piedras preciosas.
Llegó por fin a lo que sí era un dormitorio pero, enseguida se encontró con otro problema y es que la cama ya estaba ocupada; en ella dormitaba, o eso es lo que parecía a simple vista un bello mozo de su misma edad. Se acercó más y encontró encima de la mesita de noche una nota que leyó con gran curiosidad; en ella se explicaba que aquel mozo era el príncipe de aquel castillo y que estaba bajo los efectos de un horrible encantamiento el cuál le había postrado en la cama no se sabía hasta cuando. Decidió entonces que lo cuidaría y le daría de comer todos los días hasta que se recuperase de la especie de trance en el cuál estaba sumido.
El tiempo pasaba y pasaba pero, el príncipe no despertaba pensó entonces Keane en sus padres y hermanas que de seguro la estarían esperando ya puesto que habían pasado así ya siete años desde que se había ido de casa, de los cuáles cuatro desde que había llegado a aquel castillo encantado. Pero, aún así no quiso apartarse del lecho de aquel hermoso príncipe pues tenía la esperanza de que si se quedaba con él y le seguía cuidando como hasta entonces despertaría muy pronto. Y es que ya avise antes al lector de que lo que en absoluto le faltaba a esta chica era ilusión y esperanza.
Un alegre día de primavera un grupo de gitanos acamparon cerca del castillo, justo debajo de la ventana del príncipe. Después de tanto tiempo sola y sin poder hablar con nadie se sentía triste y mucho ya que, no estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo sola y ese realmente era muchísimo tiempo. Hasta entonces Dulce Anaïs Keane había sobrevivido contándole historias al príncipe que ella misma inventaba y que luego, redactaba en un cuaderno que buscando y buscando se había encontrado en una de las habitaciones con varias plumas y una gran cantidad de tinta pues el diario que por su cumpleaños le había regalado su querida hermana Bella ya lo había terminado de escribir tiempo atrás. Pero, ya esto no le bastaba y deseaba con gran fuerza la compañía de alguien así que, pidió a los gitanos que le enviasen a una chica joven de su edad y a cambio ella les daría cierta cantidad de dinero por ella.
Los gitanos aceptaron la oferta y desde entonces, Anaïs Keane ya no estuvo sola nunca más. La gitana se convirtió además en su amiga, la mejor amiga que había tenido jamás sin contar con sus hermanas. Decidieron entonces que compartirían la tarea de cuidar al príncipe y así lo hicieron, durante el día keane le prepararía la comida y lo cuidaría y por las noches la gitana vigilaría su sueño. Así lo hicieron durante tres años, año tras año, todos los días y las noches de esos tres años, los cuáles se le pasaron a nuestra protagonista más rápido que los cuatro anteriores. Tan grandes amigas se hicieron y tan bien se lo pasaban las dos juntas que a penas, se dio cuenta de que habían transcurrido ya siete años desde que estaba allí y por tanto diez años desde que un día emprendió su viaje pero, así era. Hacía diez años que no veía a su familia y eso la apenaba en sumo grado. La gitana que la vio tan triste quiso conocer el motivo por el cuál se encontraba así y después de saberlo le dijo a su amiga que se fuera tranquila a ver a su familia porque antes de verla deprimida haría cualquier cosa; concretamente se encargaría ella sola de cuidar del príncipe de mientras que nuestra Dulce pasaba algún tiempo con los suyos y entonces cuando ésta volviese lo harían de nuevo las dos juntas.
Le hizo caso sin rechistar porque no había nada que desease más en ese momento que estar con su familia a parte claro está de que el príncipe saliese de su encantamiento pero, eso ahora debía de esperar.
Evidentemente sus padres y hermanas al verla se alegraron tanto, tantísimo de que hubiese vuelto al fin de su larguísimo viaje el ángelito revoltoso de la casa que la cubrieron de besos de pies a cabeza.
Después de pasar una breve pero, realmente reconfortadora estancia en su dulce hogar se dirigió de nuevo al castillo y lo hizo muy contenta por ver a su amiga y por volver con el príncipe porque aunque nunca en esos siete años de estar a su lado día tras día le había dirigido ni una sola palabra ella se había enamorado de él.
Una noche, mientras la gitana vigilaba atenta su sueño, el príncipe despertó, había acabado el encantamiento, y creyendo que había sido ella, la gitana la que le había cuidado durante tanto tiempo le dijo:
- Bella niña, en compensación por haberme cuidado durante tanto tiempo, yo el príncipe de Chiolbain te haré mi esposa, y la reina única de todo mi pueblo.
A todo esto, Keane escuchaba atenta detrás de la puerta pues en ese momento le traía la cena al príncipe pero, se había detenido al empezar éste a hablar.
- Si tú lo dices, así se hará- Respondió la gitana muy contenta por lo que le había pasado.
Al escuchar esto, keane se entristeció muchísimo pues la que creía su mejor amiga ni siquiera se había acordado de mencionarla a ella que había pasado tantos años sola en el castillo cuidando amorosamente del príncipe pues lo amaba de verás y la gitana, lo sabía.
La gitana y el príncipe estaban pues comprometidos y el castillo antes deshabitado se llenó ahora como por arte de magia de gente, sirvientas, criados y bellas doncellas, los cuáles habían sido víctimas también del mismo encantamiento que el príncipe con la diferencia de que ellos habían sido convertidos en animales salvajes y de repente comenzaron los preparativos de la boda con mucha alegría pues había acabado al fin la pesadilla.
Una mañana temprano el príncipe fue a comprar su traje de novio y un regalo para su prometida pues le gustaba hacerle regalos constantemente y no era para menos por haberle cuidado día tras día durante siete años pero, ese día antes de irse le preguntó a Keane si no quería nada y ella le respondió:
- No deseo más que tu felicidad.
- Eres una persona maravillosa no sólo por haber ayudado a mi futura esposa a cuidarme si no por pensar antes en los demás que en ti misma pero, yo deseo de corazón hacerte un regalo así pues, dime por favor lo que más desees en estos momentos y yo te lo traeré con mucho gusto.
- La verdad es que hay algo que me haría mucha ilusión.
- Entonces, dime de que se trata y lo tendrás.
- Quisiera si es posible una piedra mágica de la amistad, me gustaría que la gitana y yo tuviésemos algo en común en prueba del cariño mutuo que nos tenemos y por todo el tiempo que hemos pasado aquí juntas cuidándote.
Dicho esto, el príncipe salió inmediatamente en busca de todo lo que debía comprar y aunque, le costó bastante sobre todo lo que Dulce Anaïs le había pedido puesto que aunque piedras de la amistad hay muchas y se pueden encontrar en cualquier sitio, las mágicas son muy escasas por lo que se llevó todo el día para encontrarla hasta que llegó a una pequeña tienda de hechicería.
Por la noche estaba ya por fin de vuelta en palacio y enseguida se dispuso a repartir las compras.
La Dulce Keane tomó la piedra mágica de la amistad, salió con ésta en la mano al jardín a pesar del frío que hacía y cuando se aseguró de que no había nadie cerca de allí que pudiese escucharla le contó al duende que en ella habitaba todo lo que le apenaba.
La gitana estaba, por su parte, en una nube; no se podía creer lo que le estaba pasando "qué suerte tengo" se decía pero, de su amiga ni se acordaba tan llena de pájaros tenía la cabeza.
Keane lo veía, lo había notado y quería, al menos, que la gitana se diese cuenta de su error y volviesen a ser amigas como antes aunque, en parte, también deseaba ser ella la que se casase con el príncipe ya que, por mucho que lo había intentado y lo seguía intentando no conseguía olvidarle tanto le amaba pues. Por eso decidió hacerle un regalo muy especial a la gitana el cuál no era si no la piedra mágica de la amistad.
Meses antes de la boda Anaïs Keane fue a hablar con su amiga y le dijo:
- Éste es mi regalo de boda, amiga mía. Espero, que te guste y que vele, en mi lugar, por tu felicidad ya que, yo he de volver esta misma noche a mi casa y no podré hacerlo personalmente.
- ¿Esta noche?¿ Tan pronto ha de ser que nos apartemos la una de la otra?- le preguntó ella visiblemente apenada por la noticia, lo que alegro a Anaïs ya que, esto quería decir que no había olvidado del todo la gitana el cariño que ambas se tenían.
- Me gustaría muchísimo quedarme y ayudarte con todos los preparativos de esta tu boda que, sin duda alguna, será el acontecimiento más maravilloso que haya acaecido en este reino pero, me es imposible pues he de partir con urgencia y ya me estoy demorando.
- ¿Volverás para asistir a la boda, no es cierto? Sin ti no podría celebrarse, eres mi dama de honor.
- No me la perdería por nada del mundo aunque, por ello tuviera que matar estaré aquí cuando des el sí quiero a nuestro amado príncipe.
Con estas palabras y un beso en la frente, keane montó el caballo que en préstamo le había dado el príncipe y galopó veloz hacia su pueblo. Y tan veloz pues no se trataba de un caballo corriente si no de uno mágico servidor de reyes y dioses; éste concretamente conocido como Ceix, el viento ligero era el más rápido de todos.
Cuando llegó estaba tan cansada que calló en redondo de sueño sobre la cama pues no había dormido nada en absoluto durante cuatro noches y cinco días y así lo había hecho para llegar lo antes posible a su querido hogar. Su familia que no quisieron molestarla por ello la acostaron en su cama y la dejaron dormir hasta que hubo descansado lo suficiente y cuando despertó le dieron de comer todo lo que quiso pues era la reina de la casa, la preferida por todos.
Mientras tanto, en el castillo los preparativos se demoraban cada vez más pues la gitana no tenía ya a su amiga querida para que la aconsejase de qué color debían de ser los lazos que se habrían de poner en los bancos del Templo ni si en el banquete de primero sería mejor servir sopa o ensalada. Echaba tanto de menos a Dulce Anaïs Keane que cogió la piedra de la amistad que ésta le había regalado por su enlace con el príncipe y se lo apretó contra el pecho; cayó de inmediato en un profundo sueño. Cuando despertó se encontró con el rostro de su príncipe que contento a rabiar de alegría comenzó a llorar y a besarla sin parar pero, algo había visto la gitana en aquel largo sueño que la hacía estar triste y sin ganas de los cariños que su prometido le prodigaba.
- ¿ Qué os sucede que estáis tan triste? Cuando os encontraron las sirvientas estabais sin sentido en medio de la biblioteca y por mucho que hicimos no despertabais hasta ahora que, por fin habéis abierto los ojos después de tres largos días durante los cuáles no me he apartado de vuestro lado de igual forma que vos no os separaste de mí durante tantos años. Estaba tan preocupado por vos que llamé a todos los médicos de mi reino pero, ninguno sabía lo que os pasaba; afortunadamente sea lo que sea lo que te mantenía en ese estado de inconsciencia ya ha pasado.
Al decir esto el príncipe, se acordó la gitana de lo que había soñado; esto era los tres felices años que había pasado junto a Keane ayudándola en el cuidado del príncipe y como aquél había salido del encantamiento justo en el momento en que era ella la que estaba junto a su cama. Se sintió entonces totalmente arrepentida por no haberle dicho al príncipe la verdad y haber accedido a casarse con él y es que aunque realmente deseaba convertirse en la princesa, reina y señora de todas aquellas maravillas que la rodeaban quería mucho más que a todo eso a su amiga; en esos momentos la felicidad la había cegado y no se había acordado de Anaïs hasta que tuvo ese sueño que le había hecho verlo de nuevo todo tan claro como en un espejo pero, ahora estaba dispuesta a solucionar todo el mal que había provocado. Se sinceró al fin con el príncipe y le contó toda la historia, los tres años que había pasado ella en el castillo y las aventuras que Keane le había contado en ese tiempo de lo que había sido su viaje hasta entonces incluidos los cuatro años que había permanecido sola al cuidado del príncipe encantado. Por su parte, éste la creyó y la perdonó al instante por haber sido sincera y estar tan arrepentida por lo que había hecho. En realidad, se alegró muchísimo de que esto fuera así y es que al conocerla no había podido evitar enamorase de Keane locamente por sus infinitas virtudes y su gran belleza pero, según la maldición lanzada contra él por una envidiosa princesa a la que él había rechazado debía casarse solamente con aquella doncella que hubiera pasado siete años cuidándole y por un grave error había creído que ésta era la gitana. Ahora que todo ese malentendido estaba felizmente aclarado y el príncipe ardía en deseos de hacer de Anaïs su esposa.
Enseguida sin perder un solo instante partió en busca de su amada y prometida en una carroza toda de hecha de oro, que hasta ese momento había sido una simple calabaza, tirada por doce renos voladores.
Ya de vuelta en el castillo y terminado todo lo quedaba por hacer para que se pudiese celebrar el enlace matrimonial Keane y el príncipe se casaron en presencia de todos sus seres más queridos.
En el convite, por supuesto, los invitados pudieron deleitar la mejor de las paellas echa por la mejor de las paelleras de todo el reino de Chiolbain y por su parte, el cuentacuentos de Praga se encargó de amenizar la velada con uno de sus dulces, dulces cuentos.
La misma noche de la boda la Dulce Anaïs Keane se quedó embaraza y a los seis meses, pues la niña era tan intranquila como su madre y estaba deseando salir para poder investigar lo que había fuera y para poder jugar, nació una preciosa niña enorme en cuya frente tenía una luna plateada a la que pusieron de nombre Alexia Casandra.
Claro está que tuvieron muchos más hijos, todos ellos tan hermosos como su madre y tan altos como su padre. Vivió Keane feliz para siempre desde entonces en su gran palacio junto con su esposo, el príncipe que ya no era encantado pero, sí encantador pues poseía un gran talento y los muchos hijos de ambos pero, también con sus padres, hermanas y la gitana que había vuelto a ser su mejor amiga.

FiN
Pd. : Éste es mi regalo para tí; espero de todo corazón que te guste.
(I love you Manita Loca!! XDD)

     adaris

    14/1/05

Elfa_19

15/1/05

..Ains... A merecido la pena esperar xa leerlo, manita muxiiiiiisimas asias es cmo bien dice mi nene MAGNIFICO y ma encantao. Tb keria darte las asias x tu coment en mi pensamiento y dcirte q yo tb ty orgullosa d q seas mi manita y q no t cambiaría x nada dl mundo Asias x ofrecerme un día tu amistad y spero q siempre sgiamos así xq te xero muxíiiiiisimo y tu amistad xa mi vale tesoros y asias tb x pensa as i d mi xDD Entre tos ls comentarios m habéis sacado una sonrisa de oreja a oreja. En fin, el cuento MAGNIFICO y tu amistad xa toa la vida. TQM MANITA. LOKAS FOREVER!!!

HaWeR

15/1/05

en tres palabros.. MAG NI FICO xD en serio, esta genial ^^

manol

09/2/06

*MaRy*

07/2/06

Auron_GF

07/2/06

*MaRy*

07/2/06

natilia

28/1/06

PacrY

22/1/06

Zerbio

21/1/06

natu

21/1/06

la_morilla

21/1/06

PacrY

21/1/06

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