Tumbada en el jardÃn, rodeada por el verde del césped y las hiedras, salpicada por el rojo intenso de los pacÃficos, levanto la mirada y se me llenan los ojos de azul, azul cielo amenazante, puñado de vacÃo irrigado por el agua cálida y mansa de mis lagunas.
Siento mi vida como un lienzo que se ha ido salpicando de manchas de color, iluminándose con un tono concreto cada etapa.
Pongo en marcha la máquina del tiempo, la memoria. Dejo de percibir el entorno, me alejo del presente, dirijo mis ojos hacia dentro y me voy reduciendo poco a poco desandando el camino, reconociendo los cruces decisivos ya casi olvidados y me hago pequeñita, alcanzando mi niñez. Entonces me sumerjo en mil tonos de verde acariciantes, siento la calidez primaria, me siento pura, virgen, natural, repleta de la ingenua felicidad del que no sabe, del que no puede recordar por no tener aún historia.
Todo es verde, todo es paz, estoy tranquila, absurdamente emocionada: verde, verde, verde…
En otras ocasiones la máquina del tiempo no tiene tanta fuerza, no llega tan atrás, se detiene en otra frecuencia del espectro, se sobrecoge ante una explosión de rojos y me veo arrastrada por una corriente apresurada, zigzagueante de lava hirviente que fluye a borbotones, reconozco mi roja juventud, ese vaivén zarandeante intentando afianzar una individualidad fuerte a las otras, necesitando de forma paradójica y compulsiva la protección del grupo. Todo rojos, todo cambios contradictorios, inestables, inconstantes.
Siento la picazón irritante y sorprendente del rojo. Soy toda yo una bullente duda roja, roja, roja…
También y con frecuencia mi mente no consigue jugar con el tiempo, no puede librarse del presente cercano que me atrapa con la cadena pesada de mi historia. Entonces veo el azul, primero claro; azul de madurez y de equilibrio, paz interior y de distancia, de poder aceptar satisfactoriamente mi imagen, mi sitio y circunstancia. Era capaz de verme bien a mi misma. ConseguÃa la nitidez del enfoque y la iluminación correcta, me sentÃa criatura del universo, azul tranquilo, creÃa ser útil, tenÃa mi papel adjudicado y asumido.
Poquito a poco, de forma larvada; imperceptible, el azul va perdiendo nitidez, se me hace opaco, va perdiendo luminosidad, se me oscurece. La sensación de paz se va evaporando, sobre el azul se imponen nubes cárdenas; hace aparición la angustia, la soledad comienza a oprimir y se alterna con esa turbulencia de azul nublado, con la quietud suprema, con el vacÃo absoluto. Azul oscuro, denso, pesado cómo un escalofrÃo, como un presentimiento de la propia muerte. Soledad total, la luz me rehuye, ya no hay calor.
Mi vida fue colores.
Sobrevuelo mi tumba. Mis ojos son de águila, identifico mi nombre en la tablilla de entre todas las tablillas. Una flor hermosa de rojo intenso crece sobre la verde hierba que me cubre y se recosta sobre el azul del cielo. Me afano a esa flor, es el resumen de mi vida, una esperanza… me despierto del mal sueño y sigo viva.
Mi vida son colores verde rojo, rojo azul, azul verde.
|