Hola, soy Er_Divi, para que veáis que no sólo os escribo para deciros que
cambiéis mi foto, ahà va una historia escrita por mÃ:
Érase una vez, un chico que vivÃa en una ciudad cercana a Sevilla.
Desde pequeño sentÃa una inquietud algo extraña: como todos los niños,
aguardaba impaciente la hora de la merienda y después salir a la calle a
jugar con sus amigos y amigas. Pero él dedicaba la mitad de su tiempo de
juego a estar con los ancianos de la calle. Uno de ellos se llamaba Rafael,
con el que conversaba todas las tardes y algunas veces, más vecinos se
acercaban para charlar con ellos y pasaban unos estupendos ratos. Otra era
Asunción, la vecina de enfrente que, aunque era algo criticona, se portaba
muy bien con él y le tenÃa mucho aprecio.
Una noche, estando Asunción enferma en el hospital, su marido, Fernando,
estaba solo en la puerta de la calle, pues era verano y hacÃa calor dentro
de las casas. HabÃa más personas sentadas en la calle pero él seguÃa allÃ
solo y, además, como era algo sordo, poca gente hablaba con él. Este chico,
sintió que, aunque no pudiese hablar mucho con él debÃa hacerle compañÃa y
estuvo allà un buen rato hasta que llegaron sus hijos.
Unos meses después, una noche de septiembre, el chico no podÃa dormir;
parecÃa que algo iba a suceder y, efectivamente, a las cuatro de la
madrugada murió Fernando. Su mujer corrÃa por la calle llamando a los
vecinos y avisando de lo que pasaba, pero el chico sólo miraba desde su
balcón, pues vivÃa enfrente.
Conforme pasaba el tiempo, fueron mudándose gente nueva a la calle y, entre
ellos estaba Manuel, un chico de 27 años con distrofia muscular, una
enfermedad que le impedÃa moverse, por lo que tenÃa que desplazarse en silla
de ruedas. El chico fue a saludarlo y comprobó que Manuel no podÃa hablar;
habÃa que leerle los labios, pero pronto empezó a entenderlo y se hicieron
muy buenos amigos, y en esta gran amistad también entraba Rafael, antes
nombrado. Eran "los tres mosqueteros" de la calle.
SeguÃa pasando el tiempo y el chico sentÃa una inquietud que no lograba
descifrar. Era similar al profeta Samuel.
Un dÃa, el chico llegó a la parroquia recién construida en un descampado.
Iba solo con intenciones de recibir catequesis de confirmación para asÃ
poder decir a la gente que habÃa recibido un sacramento más, no iba con
pensamientos de confirmar su fe en Jesucristo, pero eso cambió radicalmente,
pues se integró en la parroquia de tal manera que entró en tres grupos.
Algo en su interior le decÃa que su vida sin la parroquia iba a estar vacÃa
si decidÃa abandonarla alguna vez, asà que se quedó allÃ.
Con el paso del tiempo, consiguió descifrar esa extraña inquietud que
albergaba en su interior: ¡QuerÃa ser cura! No lo podÃa creer.
(Aclaro que el chico nunca habÃa experimentado el amor por una chica)
Un dÃa comenzó a sentir una sensación extraña, nueva para él. ¿Qué le
pasaba? ¡Al ver a una chica de la parroquia se le ponÃan los vellos de
punta, el corazón le latÃa con fuerza y sentÃa toda clase de escalofrÃos. Le
parecÃa la chica más bella que habÃa visto, la más hermosa del mundo.
Él la amaba en secreto hasta que un dÃa, de una manera que nadie supo nunca
se declararon su amor.
Para el chico era una cosa nueva, pues era la primera chica y no sabÃa cómo
debÃa actuar, pero ella le daba mucha confianza, cosa que lo enamoró de tal
manera que ya no se imaginaba la vida sin ella.
Al cabo de unos meses, parece ser que la chica se dio cuenta de que ese
chico no era suficiente para ella, era demasiado religioso, no le gustaba
salir mucho, no bailaba en la discoteca, en resumen, un "niñato aburrido".
Ellos, antes de empezar la relación no se habÃan conocido bien, lo que fue
la causa de que no funcionaran las cosas.
Todo se acabó de la noche a la mañana y el chico, con el corazón hecho
añicos, destrozado y cabizbajo, se fue a su casa, se encerró en su
habitación, y ahà comenzaron tres meses de llanto todas las noches, pidiendo
a Dios que arreglara las cosas, pero ella habÃa encontrado a otro más
correspondido y, para colmo, de la misma parroquia.
De nuevo, comenzó a sentir la inquietud, pero ahora de manera más fuerte,
asà que se lo tomó más en serio, ya que era mucho mayor y habÃa tenido
nuevas experiencias.
SentÃa un gran amor por Dios, tanto era su amor que se hartaba de llorar
cada vez que leÃa algún versÃculo de la Biblia. También tenÃa mucho respeto
por el SantÃsimo Sacramento, era como un fuego que cada vez ardÃa más fuerte
en su corazón, y las personas y Dios iban echando leña a ese fuego, lo que
permitÃa que nunca se apagara la fe.
Un dÃa, ya cansado de esperar, se dirigió al sacerdote y le preguntó que si
habÃa algo para chicos que pensaban y tenÃan las mismas inquietudes que él,
y le habló de algo llamado "Pastoral Vocacional", también conocido como
Seminario medio. Se interesó por el tema, pero le decÃan que todavÃa no
tenÃa edad para esas cosas y, además, era una decisión difÃcil, pues todavÃa
amaba a aquella chica, aunque sin esperanzas.
Cuenta la leyenda que un dÃa de noviembre, el chico fue a la Pastoral
Vocacional y vio que aquello era lo suyo, asà que apretó en los estudios y
entró en el Seminario Mayor con 19 años. Lo ordenaron sacerdote con 25 y lo
destinaron a una parroquia pobre, parecida a la suya. Dicen también que al
cabo de un tiempo se fue de misionero con la congregación de los
Mercedarios, y también pasó por los hermanos de San Juan de Dios, cuidando
enfermos. Fue un sacerdote muy querido, aunque no por todos, pues no se
llevaba bien con las hermandades de Semana Santa y siempre tuvo polémica con
los "capillitas".
Otros dicen que, sin esperanzas, seguÃa con el corazón destrozado y se fue a
vivir a la sierra, con un rebaño de ovejas, sin compañÃa alguna, sólo de un
perro, unas cuantas de fotos de seres queridos y otras del Cristo de Taizé y
de la virgen de Valme.
Exactamente no se sabe cuál será la verdadera historia pero al final subió
al cielo, Dios lo recibió con los brazos abiertos y se le quitaron las
penas.
Cuentan que las lluvias que hay de Octubre a Enero son lágrimas del chico,
que lloraba por las personas a las que dio su corazón y no le supieron
compensar, pero a las cuales todavÃa ama desde las alturas.
Y aquà termina la historia de ese chico que, en todo caso se podrÃa comparar
con el profeta Samuel y con Job, el siervo de Dios.
"Desde el cielo te ha hecho oÃr su voz para instruirte, y en la tierra te ha
mostrado su gran fuego, y de en medio de ese fuego has oÃdo sus palabras"
(Dt 4, 36-37)
(Escrita por Jaime GarcÃa, ósea, yo)
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