"... me levanto aturdido del duro suelo sufriendo un gran dolor de cabeza. No se lo que ha podido pasar, pero me encuentro solo en medio de la ciudad, rodeado de desolación. Algo terrible está sucediendo, ya que lo único que logro encontrar son cuerpos inertes de personas desconocidas tiradas en la calzada. Según sus posiciones, logro averiguar si guardan relación entre sÃ, ya que veo ciertos cadáveres cogidos, abrazados, posiblemente madre e hijo. No puedo seguir observando porque empiezo a sufrir náuseas, y procuro continuar mi camino evitando todo resto humano.
Ciertamente esta ciudad ha sido vÃctima de un ataque militar en toda regla, una guerra, por asà decirlo. Pero no comprendo cómo he sido capaz de soportar los ataques y seguir vivo cuando toda la población ha sido exterminada. Aunque sé que tarde o temprano me llegará mi hora, porque los ruidos de las bombas no dejan de sonar a lo lejos. Con un mar de dudas en mi cabeza, mezcladas con miedo y desconocimiento, decido explorar la ciudad (o lo que queda de ella) y buscar personas que estén aún con vida, todo ello con un remolino de pensamientos rondando mi mente.
¿A qué se debera está guerra? ¿TenÃamos alguna culpa nosotros, las personas normales y anónimas, que, al fin y al cabo, somos las que sufrimos con toda la crueldad del mundo los efectos? ¿Es una guerra justa? O mejor dicho, ¿hay alguna guerra justa? Creo que nada en este mundo es tan importante para que sea discutido por las armas y la violencia.
Llevo 10 minutos caminando y no he encontrado aún rastro humano. Decido pararme en un banco de un parque a descansar, porque tengo las piernas algo dolidas e irritadas. Este parque está semidestruido, sólo han quedado en pie unos cuantos columpios coloridos, que hacen contraste con el tono gris y triste del cielo, cubierto por el humo de la artillerÃa. En estos columpios yo solÃa pasar las tardes de domingo cuando era pequeño, y me rodeaba de algunos compañeros, que, como yo, disfrutábamos con el aire limpio, puro, jugando entre nosotros, donde la palabra "guerra" no nos era conocida entonces. Sólo conocÃamos el vocabulario de la libertad, la paz , la tolerancia entre nosotros. Tuvimos suerte, a fin de cuentas, de nacer aquÃ. Conozco otros paÃses en los que los niños aprenden a manejar armas, a manejar violencia, a manejar odio, como si eso fuera su único deber en esta vida, una vida que se hace muy corta, y que pasa sin darse cuenta.
Durante este descanso que paso en tensión, porque escucho las explosiones cada vez más cerca, observo detenidamente mi alrededor. Hay algunos juguetes prácticamente destruidos, que seguramente pertenecerÃan a los niños que venÃan como yo cada tarde a divertirse, con sus padres, sus abuelos... Los árboles estan quemados por la acción del calor de las bombas, y hay unos cuantos agujeros de un tamaño considerable en el suelo. A medida que observo todo esto me pregunto qué costarÃa tener un mundo en paz, en el que todos fuesemos iguales en poder y todas estas situaciones desagradables desaparecieran. Siento una gran impotencia. De repente oigo un pitido que viene del suelo. Es un teléfono móvil que tenÃa la alarma activada. Tras desactivarla y pensar que el propietario serÃa una persona joven, le llegan una serie de mensajes, que debido a la curiosidad, me dispongo a leer y a emocionarme.
"Hijo mÃo, te mando este mensaje debido a la situación que estás viviendo allÃ. No puedo estar ahora contigo, pero quiero que sepas que pase lo que pase te seguire queriendo, estés donde estés. La guerra no ganara a nuestro amor. Por favor, cuida de tu hermana pequeña. Te quiero, hijo."
"Te mando este mensaje en mis últimos momentos. He sido herida por un proyectil y creo que no saldré adelante. Sólo puedo decirte que te quiero, que estos dos años, mis dos últimos años, los HE VIVIDO gracias a ti. Resiste. Te quiero."
"TÃo, estamos atrapados, la situación está realmente mal. Estábamos en el café y una bomba nos ha caÃdo encima. Oscar y Luis han muerto y yo tengo las piernas rotas. Me dijeron que me despidiese por ellos si te veÃa. Creo que no podré verte más, por eso te mando el mensaje. No se cómo estarás, pero te digo que luches hasta el fin. Hasta siempre. "
Tras leerlos sentà cómo las lágrimas se deslizaban por mi cara lentamente, a pesar de que yo no era el destinatario de aquellos mensajes.
Allà descubrà el auténtico daño que produce la guerra... no sólo destruye casas, parques, coches... sino que también destruye proyectos, futuro, vidas que valen la pena, aunque no sean conocidas... Ahà esta el verdadero horror de la guerra.
Tengo que salir corriendo de esa zona porque los ataques incesantes se acercan peligrosamente. Mientras corro no puedo dejar de pensar en las personas que enviaron los mensajes, unos mensajes en los que se veÃa facilmente el amor entre las personas, el cariño y la paz que existÃa. Una paz rota.
Paso al lado del hospital y decido entrar. Está también destruÃdo y sólo puedo entrar hasta una parte, donde hay más cadáveres, no sólo personas normales, sino también médicos y enfermeras, cuyo trabajo era atender a las personas heridas, vÃctimas de esta masacre. De repente, entre el dantesco panorama, oigo unos quejidos al fondo del pasillo. Me dirijo allà y veo que es una mujer mayor que tiene las piernas y un brazo atrapados por la maquinaria del hospital. Le hablo, pero sólo recibo más gemidos que me confirman la gravedad de la mujer. AsÃ, en el momento en que me dispuse a ir a por algún calmante, noto que me coje del brazo, y tras mirarme fijamente, como si quisiera decirme algo, emite una exhalación , tras la cual cierra los ojos para siempre. Por lo menos murió en compañÃa.
No podÃa más. No podÃa soportar aquello, era superior a mÃ. Me encontraba solo, en medio de una cruel guerra que no se deberÃa haber llevado a cabo nunca. Me encontraba desesperado, y sólo deseaba morir lo antes posible. Grité. Y seguidamente noté un estruendo en el techo, que vi que se me venÃa encima, debido a la caÃda de un misil. No opuse resistencia y aguarde hasta que el techo llegase a mÃ, quedando mas tarde sepultado y sin vida.
SÃ, estaba muerto, pero aún podÃa pensar... ¿qué ha pasado? Noto mi cara mojada, y abro los ojos fugazmente. Estaba en la cama, a oscuras, con un sudor frÃo que recorria todo mi cuerpo. Confuso, me levanto, y tras pensar, doy gracias a Dios, porque todo habÃa sido un sueño, una pesadilla, la más terrible de todas, la guerra. Aún sabiendo que habÃa sido un sueño, estaba temblando como nunca, y mi corazón latÃa con desesperación. Necesitaba serenarme, e intenté volver a dormir, sin resultado.
Tras ese sueño volvà a preguntarme por el significado de la palabra PAZ, y de la importancia que tenÃa para todo el mundo. Tenemos que lograrla cueste lo que cueste, estando unidos y manteniéndonos fuertes en esa postura. La vida de la gente no tiene ningun precio, y mediante la paz y la solidaridad entre las personas se mantendrá a salvo.
Luchemos por ella. Que este sueño nunca se haga realidad. Paz.
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