Día 6 de Marzo de 2005, me encuentro escribiendo bajo la sombra de un árbol en el paraíso...Al llegar aquí cada persona podía elegir el ejercicio que quisiera realizar durante toda la eternidad, yo escogí este; escribir. Durante mi estancia en la antigua vida siempre me gustó hacerlo, pero no desarrollé mucho esta cualidad por falta de tiempo, y porque el gran problema en el que se resume mi vida, se iba comiendo mi cerebro y me impedía evadirme de la realidad. Desde que llegué al paraíso hace unos 20 años he seguido escribiendo historias que conseguía crear en mi mente...hoy no es uno de esos días, hoy no escribiré con la pluma de la ficción, hoy os mostraré cuál fue el problema que me hizo llegar aquí...
Faltarían unos 2 meses para que yo naciera, cuando le informaron a mi madre de que habría la posibilidad de que viniera con alguna enfermedad. Según un estudio de la organización de mis cromosomas, sería debido al riego sanguíneo o relacionado con la sangre, tal vez leucemia. 1 Mes mas tarde dijeron que se habían equivocado, que el problema era relacionado con la piel, sólo quedaba esperar a que naciera para saberlo con seguridad. Cuando nací los médicos dijeron que no detectaban enfermedad alguna y que estaba completamente sana. Fueron pasando los años y a la vez notando comportamientos bastante raros en casa; veía que toda mi familia se metía en la ducha y se bañaba con agua del grifo, cosa que mi madre conmigo nunca hizo. Desde pequeña me frotaba con una esponja y después me enjuagaba con un líquido especial que compraba en la farmacia; me parecía extraño, pero nunca pregunté la razón. Al entrar en el cole, pregunté a todos mis compañeros y ninguno vivía ninguna situación parecida. A partir de ahí empecé a investigar y darme cuenta de algunos detalles más: nunca me dejaban beber agua, no me había bañado en la playa, ni en la piscina, no me dejaban ducharme como todo el mundo; nunca sentía la sensación del agua recorriendo mi cuerpo... Tendría unos 10 años cuando decidí preguntárselo seriamente a mis padres: -Papá, mamá, por qué soy diferente? Ellos se miraron el uno al otro, y mi padre me gritó exaltado: -¡Nunca! ¿Me oyes? ¡Nunca se te ocurra tocar el agua, y menos beberla! Cuando seas mayor lo entenderás, pero por ahora más vale que nos obedezcas o acabarás pagando las consecuencias...-
Unos meses más tarde, una amiga nos invitó a su piscina para celebrar su cumpleaños, iría toda la clase y no podía perdérmelo...Sabía que si le decía algo a mamá me lo prohibiría, así que fui sin decirle nada. En una de las esquinas me fui acercando lentamente a la piscina, sumergí mi dedo índice, y vi cómo el agua iba congelándose poco a poco, volviéndose sólida, abriéndose grietas y convirtiéndose en...¿cristales? Antes de que nadie se diera cuenta saqué el dedo, y todo volvió a la normalidad; por suerte nadie había visto nada...Al llegar a casa la curiosidad fue mas fuerte que mis miedos, y empecé a probar con otras cosas. Primero intenté beber agua del grifo, pero justo cuando estaba a punto de rozarla con mis labios, mi padre me arrebató el vaso de las manos: -¿Estás loca? ¿No te das cuenta de que podías haber muerto?- Yo me quedé un poco desconcertada, pero cada vez iba entendiendo mejor cuál era mi problema...Con 13 años llené la bañera de agua, metí un pie, vi cómo ocurría lo mismo que aquella vez en la piscina; pero esta vez daba igual...seguí introduciendo la pierna, y de repente vi que empezaba a sangrar, me dolía pero debía seguir y acabar con este tormento...cuando tenía medio cuerpo entre cristales, decidí salirme; no podía aguantas más el dolor, y me estaba desangrando. Después de esto no volví a intentar nada parecido, tendría que adaptarme a este muro que encontré en mi vida. Pero nada fue normal por mucho que me costara aceptarlo: en días de lluvia no podía pisar la calle, una vez casada; mi marido debía fregar, lavar a los niños...jamás probé el agua y jamás me acerqué a la orilla de una playa. Tendría unos 28 años, cuando decidí que debía acabar con esto, no podía seguir con una vida así, era la discapacidad más grave que sólo yo tenía en todo el mundo y nadie supo curar...Un día, mientras los pequeños estaban en el colegio decidí morir disfrutando de lo que más deseé en mi vida: el agua del mar. Me dirigí hacia la playa, puse un pie en la orilla como aquella vez cuando tenía 13 años, pero esta vez seguiría hasta el final. Fui adentrándome rápidamente para no notar el dolor del agua hecha afilados cristales clavándose en mi piel; veía el mar tiñéndose de rojo por mi sangre, y mi última imagen fue el mar convertido en un gran ventanal de cristales que reflejaban mi desesperación...
Y aquí me tenéis, 20 años más tarde, debería tener 48 años pero en el paraíso los años no pasan para nadie. Unos vigilantes me encontraron tumbada con los ojos llorando sangre, me retiraron como pudieron y el mar volvió a la normalidad.
Mis hijos siguieron su vida y sin ningún tipo de síntoma que se asemejara al mío. Uno de ellos espera ahora un bebé...al que le han detectado un problema relacionado con la sangre, tal vez leucemia. 1 Mes mas tarde le han dicho que se habían equivocado, que el problema es relacionado con la piel, sólo queda esperar a que nazca para saberlo con seguridad...
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